Tuvimos un verano verano. Y con el verano se vino la
“Block”, una alta festichola electrónica que pretendía ser para
la “creme de la creme” y a todo trapo. El escenario principal era
en el archimentado Hipódromo de Palermo. Esta era la tercera o
cuarta edición de la fiesta, que pretendía deleitarnos con los más
avasallantes y novedosos sonidos de djs mains internacionales. No
pensaba desaprovechar los tickets que me regaló mi querida
redacción. No podíamos fallar.
El “a todo trapo” se vió en las alfombras rojas de
las escalinatas de las gradas que conducían al presunto y gran VIP,
donde se podía ver una fauna de lo mas diversa: djs famosos de la
vieja escuela ya entrados en años pero que necesitaban asistir bajo
la chapa del evento, junto a djs jóvenes prometedores que “tenían
que estar” si o si, y un público sediento de meterse a la
electrónica en el cuerpo por un sábado a la noche. En este último,
desfilaban señoritas de clásicos Ray Ban nocturnos, bronceadas del
sol de Perú Beach del sábado a la tarde, engarzadas en minishorts
con plataformas meneando la bumbum entregadas a una furiosa conga
electrónica que pretendía ser techno. No faltaba la del vestidito
celeste con tacos chinos ni los chetos de zona norte con chombas de
Lacoste porque en modo “on”, sus amigas les gritaban:
- Gordo! Sacanos una foto dale!
Y entre disparo de selfie y selfie, todo el mundo
peregrinaba en una larguísima procesión para pedir un trago en la
kilométrica barra: la primera larga filona para la caja y caminar
hasta la punta del diablo para otra extensa colita del trago. Pero:
no gordo! En vaso de plástico no! Eso no es “in” entendes? No
podes!.
La vasta pista al aire libre estrellado al mejor estilo
febrero nos recibió con mucha gente que seguía de procesión,
caminando para buscar un mejor ángulo, caminando para buscar gente,
caminando a ver si me encuentro con una cara conocida pero caminando
más que bailando.
Que furia me pegué cuando me pegó la Superman con las
chicas y la cumbia electrónica plagada de bombos en negra y de hit
hats salvajes que nos taladró la cabeza con balines de alto rescate.
Peor aún: cuando paramos un toque buscando el baño que no
encontrábamos y se acercó un grupete de varoncitos mersas con el
baldecito de champagne a decirnos:
- Hola lindas. No quieren una copita?
Copita que chupeteamos cada una y acto seguido huimos
raudamente.
- Ey porque te vas? -se atrevió uno de estos atrevidos tomándome de la muñeca. Me dolieron los ojos cuando ví debajo de su sonrisa de dientes blancos, su cadenita finita de oro con una crucecita asomando en su pecho.
- Estoy taan loca que ni te puedo hablar gordo -le espeté con un tacazo en la frente.
Pero si hablamos de cucuruchos en la frente, la mayoría
de estos personajes los tenían todos. Nos guardamos la otra media en
el bolsillo para continuar con la procesión, pero de la salida. El
“Exit” fue mas complicado aún, lamentando no haber querido traer
el auto y con los oportunistas taxis que esperan bajarte una bandera
a Lanús o el mínimo de 500 pesitos para hacer treinta cuadras.
La Block? Block out! Apunten! Fuego!
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