Y se nos terminó el
verano. Y junto con el verano terminó el reinado de un señor
cincuentón y barrigón que no derrochaba simpatía. Si bien su
apellido causaba risa al denominarse con apodo fumanchero, resulta
dudosa su autenticidad, tanto como el origen de su reinado.
Todo comenzó al ser el
padrino mayoritario de la terraza de un edificio cercano a la
intersección de dos avenidas altamente frecuentadas por taxiboys y
público gay de baja estofa.
La codicia de este señor
comenzó al administrar las llaves de esa famosa terraza donde se han
celebrado numerosas pool parties que se han puesto de moda este
verano, al ritmo de los pies descalzos de vampiros de dia que se
movieron bailando en su deck y refrescaron su estado bajonero y su
alto grado de alcohol en la pile, mientras este señor tiraba altos
perros a las señoritas concurrentes que sólo se reían de su
prominente salvavidas que exudaba toxinas bajo el sudor del calor del
verano, mientras el preparaba choripanes y lomitos vuelta y vuelta en
las fiestas, inventando el nombre del corte de la carne para
convertirlos en fast food cool piletero.
La fortuna de este señor
crecía bajo los altos precios de las entradas, dejando pequeños
vueltos a los djs obreros de su fábrica de dinero, sin listas de
invitados free aunque se tratara de los acompañantes de los djs o la
sobrina de Mauri que tampoco iba alli. Los tickets de descuento
tampoco estaban admitidos en el reino de Poniendo estaba la Ganza.
Tatuajes tribaleros,
piercings cicatrizados, duras expresiones de rostro, manos portadoras
de camparis en vasos de plástico, mallas pasadas de moda, anteojos
ocultando ojos irritados, latas de cerveza barata con alto
sobreprecio, todo pasaba patinando por el recalentado deck de la concurrente avenida. Asi eran los atardeceres de los jueves de un pretendido
after que de office no tenia nada.
A medida que la codicia
de este curioso padrino crecía, aumentaba astronómicamente el
numero de concurrentes sin control de admisión y/o portación de
rostro, raza, aspecto o tribu. Y por supuesto, los vecinos cada vez
mas enfurecidos por estas bizarras festicholas que dejaban restos de
puchos, latas, orines, preservativos y demás yerbas en los pasillos
de los catorce pisos debido a las frecuentes roturas de ascensor,
terminaron cambiando las cerraduras de acceso a esta famosa terraza y
se cerraron para siempre las puertas del paraíso veraniego de los
billetes del barrigón.
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